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La inflación se ha convertido en un tema candente; eso sucede cuando los acontecimientos golpean en la billetera a la gente como tú y yo. Hace un año, cuando aparecieron los signos de que un problema se avecinaba, la gente no estaba interesada en gran medida. Hoy ya no es así. La inflación ha irrumpido en nuestras vidas de una manera que muchos consumidores nunca antes habían visto. El exceso de inflación tiene en su mayoría consecuencias negativas. Lo poco que podemos llamar bueno es muy poco en relación con el daño que la inflación causa a nuestras finanzas.
Pero algunas cosas buenas hay.
Buenos aspectos de la baja inflación
La inflación no aparece en escena sin más; pero la sensación es que la inflación tan elevada que vivimos sí lo hizo. Una tasa de inflación de un solo dígito por debajo del 3% o 4 % es normal para una economía saludable.
Según datos del Banco de México, la inflación se mantuvo en menos del 4% prácticamente desde 2015, salvo un repunte en el 2017 y hasta el 2020 que irrumpió la pandemia.
Fuente: (https://es.statista.com/estadisticas/635830/tasa-de-inflacion-de-mexico-2020/)
Tuvimos una inflación baja durante mucho tiempo. Niveles de inflación como los que vivimos en los 7 años anteriores incentivaron a las personas a invertir en activos que superaban la inflación, como acciones y bienes raíces. Hubo condiciones para que la gente realizara sus compras de gran calado, como una vivienda habitual (una casa) o una segunda vivienda para las vacaciones. La baja inflación aumenta la demanda de artículos caros y estimula la inversión. Ambos efectos muy positivos.
Otro efecto positivo de la baja inflación radica en que la expectativa del crecimiento de precios disminuye y aumenta la confianza del consumidor. Estos aumentos graduales de precios ayudan a las empresas a planificar para proporcionar pequeños aumentos salariales a sus empleados y también les ayudan a considerar un crecimiento al menos moderado año tras año.
Inflación elevada
Cuando la inflación supera el 5% y 6%, los consumidores comienzan a comportarse de manera diferente. La subida de la inflación introduce un nivel de incertidumbre que antes no existía.
Los mercados están impulsados por las expectativas. Por ejemplo, el rendimiento de una empresa tiene un impacto en el precio de sus acciones, pero la expectativa de los inversores sobre el rendimiento futuro de la empresa es un factor mayor. La inflación constante es predecible; la gente puede factorizarla razonablemente en sus expectativas de desempeño futuro.
Una inflación elevada no necesariamente es predecible. No solo es más volátil, sino que tampoco tiene un punto final definido: no podemos saber cuánto durará.
Estimar los valores futuros es más difícil.
Mucha gente desarrolla una actitud de “esperar y ver”, disminuyendo la demanda de activos de inversión.
Otras personas comprarán otros activos de alto valor, como bienes raíces, esperando que los precios aumenten. Estos combustibles adicionales pueden elevar la inflación o hacerla extenderse durante más tiempo.
Cuando la inflación corre a un ritmo más alto que los aumentos salariales, la gente retrocede financieramente. Si los salarios se mantuvieran al ritmo de la inflación, el poder adquisitivo de las personas permanecería constante. Cuando los precios suben pero los ingresos se mantienen nivelados, los consumidores pueden comprar menos en cada quincena.
Este es un gran problema para la clase obrera. No muchos trabajadores han visto aumentos salariales que absorban un aumento del 75% en el costo de la gasolina durante los últimos 18 meses. Y los aumentos de precios no se limitan a los combustibles. Los alimentos y otros artículos de primera necesidad también están aumentando.
Inflación sigilosa
El problema de la inflación actual está relacionado con un fenómeno llamado “inflación sigilosa”. Durante varios años, los fabricantes mantuvieron los precios constantes pero reducían los tamaños y cantidades por artículo. El envase promedio de café en grano que hace unos años era de 1/2 kilo, hoy no supera los 340 o 400 gr, al mismo precio.
Eso es una reducción aproximada del 25% en el tamaño; menos producto pero no menor precio. Esta tendencia ha prevalecido en la industria alimentaria y se ha ido extendiendo a otras áreas.
Esto es, los consumidores tienen que pagar más para obtener la misma cantidad que antes, pero es posible que no se den cuenta de que están obteniendo menos por el mismo precio. Hay un aspecto negativo adicional, cuantificable financieramente, que es el daño para el medio ambiente, ya que los paquetes y envases más pequeños causan más desperdicio a largo plazo. Es a la vez ineficiente e inflacionario.
Un pequeño resquicio positivo de la inflación elevada
El único beneficio de la inflación elevada es que te permite devolver la deuda que ya tenías contratada con tasas de interés menores (entendiendo que cualquier crédito o préstamo que hayas contraído en los últimos años te impone tasas de interés fijas y pactadas por contrato). He visto esto como un gran beneficio, pero en realidad es solo un pequeño consuelo en una situación predominantemente negativa.
Las grandes deudas de capital son una pequeña parte de nuestros presupuestos y provienen principalmente de hipotecas y préstamos para automóviles. Y no todos se beneficiarán de devolverlos con tasas de interés pactadas más bajas; la ventaja solo es para aquellos que compraron antes de que subieran los precios.
Sí, es bueno poder pagar en mejores condiciones de mercado. Pero muy probablemente ese “ahorro” no compensará lo demás. Para los consumidores, el efecto neto de una inflación elevada es abrumadoramente negativo. Un aspecto positivo menor no borra las graves dificultades que nos provocan los precios más altos.
En resumen
Creamos riqueza al hacer crecer nuestros activos a una tasa mayor que la tasa de inflación. Esa es la única forma de que nuestro dinero crezca su poder adquisitivo. Una inflación fuera de los parámetros saludables erosiona nuestra capacidad de crear riqueza.
El lado positivo de pagar la deuda presente a menores tasas de interés no compensa el sufrimiento de las familias al ver que cada día compran menos o tienen que deteriorar la calidad de sus compras. Los salarios de la mayoría de las personas no se ajustan automáticamente a la inflación; el poder adquisitivo baja, y la capacidad de comprar lo mismo con dinero que vale menos, decrece.
Una inflación elevada trae consigo una incertidumbre que en muchos sentidos deja sin alternativas tanto a los consumidores como a los inversionistas. La única forma de salir de este bucle es mantener una perspectiva a largo plazo.
A pesar del aumento de la inflación, a la larga, la gente que tenga una propiedad y pueda mantenerse, saldrá adelante. La incertidumbre inflacionaria no favorece la inversión en ningún sentido. Piensa a largo plazo; mantenerte es avanzar en un contexto como el actual. Y, lo verás, al final, todo esto también quedará atrás.