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¿Cómo podemos lograr mayor equidad en la economía de los cuidados?

Marina y Pablo son cirujanos pediátricos. Ambos tienen 10 años de casados y los dos trabajan en el Hospital Santa Catarina del Río, en algún lugar de México. Son padres de Laila, una niña de 6 años. Se conocieron en la Facultad de Medicina e hicieron juntos la residencia hospitalaria y los tres años de formación en Cirugía Pediátrica.

¿Hay igualdad en los cuidados familiares?

Pablo se graduó primero y también entró primero a trabajar en el hospital. Marina lo hizo seis meses después; no le era muy fácil compaginar el trabajo, la especialidad y llevar la casa. Cuando Laila nació dispuso de 7 meses para quedarse con su hija en casa. Tres de incapacidad y cuatro de un permiso sin goce de sueldo en el hospital. En ese tiempo, Pablo aprovechó e hizo un diplomado en técnicas quirúrgicas que le permitió subir una categoría en el escalafón del hospital y, por lo tanto, ganar más que Marina.

La semana laboral es compleja, sobre todo para ella. Aunque pueden permitirse una persona en casa que los apoye con las tareas domésticas más pesadas, hay muchos trabajos como cocinar,  ir al súper o a llevar a Laila a la natación o a la fiesta de algún amiguito del colegio, que se entiende que son responsabilidad de Marina. Cada tarde, cuando termina su turno en el hospital, se despide con la misma broma: “Ya me voy a mi home office.” Le gustaría hacer ejercicio como Pablo, pero sencillamente no tiene tiempo.

Hoy, Laila amaneció con mucha fiebre. Marina tenía una operación importante: un niño con muchos problemas de salud al que, por fin, después de 6 meses, iba a poder operar. Pablo tenía un día tranquilo. La decisión no se cuestionó: Marina con la niña; Pablo la reemplazó en cirugía. Algo le dolió a Marina por dentro.

Economía de cuidados

La llamada economía de los cuidados es, sin duda uno de los pilares que sostiene la desigualdad de las mujeres en todo el mundo.

Una desigualdad transversal que afecta a todas las mujeres, sin importar su nivel socio-económico o de educación.

Por economía de los cuidados entendemos todas las actividades, bienes y servicios necesarios para la reproducción cotidiana de las personas y que recae, en países como México, en un 75-80% de las ocasiones, en una mujer. 

El valor económico de los trabajos de cuidado en el mundo asciende a un 9% del PIB mundial (en 2021, el PIB mundial ascendió a 96.51 billones de USD). Esto es, aproximadamente, 8.68 billones de dólares.

En México, el porcentaje es aún mayor: 23% del PIB nacional, lo que representa unos 6.8 billones de pesos. 

Pero, vamos más allá de las grandes cifras. ¿Cuál fue el costo de que Marina se quedara en casa a cuidar a su hija enferma? 

Su sueldo en el hospital asciende a $950.00 diarios, más $1,500.00 en promedio por día cuando atiende pacientes en su consultorio.

Por día, dejar a su hija en casa para ir a trabajar jornada completa implica contratar por un día a una niñera con formación en puericultura y primeros auxilios ($650.00 por 8 horas), una cocinera ($250.00 por dos horas y media), más el costo de la empleada doméstica ($400.00 el día). $1,300.00 diarios, en total. Laila estuvo 3 días en casa.

Contando su sueldo diario, en total, el costo de que Marina se quedara en casa a cuidar a su hija ascendió a $10,950.00. Un precio quizás asumible de acuerdo a su nivel general de ingresos, siempre que no intentemos contabilizar el precio más alto de todos y que es imposible determinar dentro de esta ecuación: el altísimo costo emocional y profesional que supone para una pediatra como Marina dejar en manos de otro médico (su marido) -sin duda cualificado- una cirugía de riesgo. Una cirugía en la que, además, ella había invertido meses de pruebas, preparación y confianza con su paciente.

Habrá quien, desde una visión patriarcal y corta de miras, se atreva a pensar: “Dinero que se ahorró la familia”. Y no podría estar más equivocado. Cada vez que una mujer tiene que renunciar a su vida en favor de los cuidados que son de dos, su salud mental, emocional y profesional se deteriora. Y entrelíneas, la realidad que todos podemos ver es que la única persona beneficiada con el estado de cosas es, de nuevo, un hombre.

Hace un mes, en la escuela les pidieron dibujar a los niños lo que querían ser de grandes. Laila dibujó un cohete espacial y a ella con un traje de astronauta, dispuesta a ir a Marte. Cuando volvió de la escuela, orgullosísima con su dibujo, Pablo le preguntó: “Laila, ¿y cuántos hijos quieres tener?”. Ella le sonrió y le respondió: “Ninguno, papi. ¿Quién va a cuidar a los niños cuando yo vaya al espacio?”