Invertimos 10 años de sudor, tiempo y recursos en nuestra empresa, Lavanderías Automáticas Génesis; un proyecto de corazón, ubicado en el lado sur de Chicago. Mi esposo y yo decidimos abrir una lavandería automática que funcionaba con monedas; una de las razones que nos motivó fue para estimular el desarrollo económico en un vecindario desatendido.

Siempre sentí que mi propósito en la vida era servir lo mejor posible a mi comunidad con mis habilidades empresariales. Esperábamos usar la lavandería como un trampolín para financiar futuras empresas.

Tres años después de casados, no teníamos mucho dinero. Lo que sí teníamos era buen crédito y un plan de negocios.

Diez años después, nos vimos obligados a cerrar la lavandería cuando la compañía de gas, en una inspección de rutina, detectó fugas de gas que representaban un peligro significativo para la seguridad pública.

El presupuesto estimado de reparación de las tuberías era de $120,000 y esa fue la gota que colmó el vaso de una deuda que ya no podíamos soportar. Fue entonces cuando decidimos cerrar las puertas para siempre.

Mirando hacia atrás, nos damos cuenta de que tomamos una mala decisión tras otra.

Error #1

La primera de muchas malas decisiones ocurrió antes de que se materializa el sueño de abrir el negocio. Como emprendedores principiantes, no teníamos experiencia en este campo en particular.

Con eso en mente, asistimos a un taller sobre cómo montar un negocio de lavanderías, organizado por personal de la franquicia. El instructor pintó una imagen optimista de las lavanderías como una operación a prueba de recesiones que, bien estructurada, se ejecutaría de manera rentable.

Me atrevo a decir que ningún negocio funciona solo, y menos uno en una comunidad de bajos ingresos y plagada de delitos.

Si bien el 90% de la comunidad y nuestros clientes eran personas decentes y trabajadoras, lidiar con el otro 10% me sacó canas verdes.

Aparte del vandalismo, que fue un dolor de cabeza menor, tuvimos que reemplazar las líneas eléctricas exteriores dos veces. Tuvimos que construir una costosa jaula de hierro forjado para proteger el cobre de las líneas eléctricas. Nos rompieron las ventanas panorámicas que daban al frente del local. Y una vez una bala estrelló la ventana de nuestra camioneta.

En pocas palabras: debimos haber pedido consejo a los dueños de otros negocios de los alrededores y no a las personas que vendían lavanderías.

Error #2

El segundo error fue la decisión de comprar, o más bien financiar, el edificio. El fundador de McDonald’s, Ray Kroc, nos advierte: “Conoce tu negocio”.

Antes de esta experiencia, esas palabras me sonaban huecas. Siempre me habían enseñado que alquilar era una pérdida de dinero y que siempre era mejor ser propietario. Ese consejo es, en el mejor de los casos, miope y puede ser francamente desastroso.

Creo que asumimos que debido a que nuestras intenciones eran puras, de alguna manera todo saldría bien. Por un tiempo sí fue así.

El gasto y el tiempo que implica el mantenimiento de una estructura envejecida no tienen absolutamente nada que ver con un negocio de lavandería con monedas.

En pocas palabras: hubiera sido mejor alquilar un espacio pequeño en un centro comercial, con mucho tráfico peatonal y dejar los problemas de mantenimiento del edificio a los profesionales.

Error #3

Decir que abrimos con una esperanza y una oración es quedarse corto. No teníamos un fondo de emergencia. Apenas teníamos dinero suficiente para abastecer las máquinas de cambio con monedas de veinticinco centavos.

El primer año apenas alcanzamos el punto de equilibrio. Era de esperar, ¿verdad?

El problema de mantener el equilibrio en una lavandería automática con máquinas envejecidas fue una disminución en la satisfacción del cliente. Las quejas de los clientes aumentaron y nuestro tráfico disminuyó. Nuestros gastos de reparación de máquinas se dispararon. ¿Cómo lo resolvimos? Bueno, pues eso nos llevó a …

Error #4

Para detener la ola de quejas de los clientes, decidimos alquilar nuevas máquinas. Esta fue una mala decisión por dos razones:

  1. $2,000,000 en lavadoras y secadoras comerciales es una barbaridad; pagábamos por cada lavadora $200,000.
  2. Las máquinas nuevas no atraen automáticamente a nuevos clientes.

Inmovilizamos nuestros ingresos personales durante otros seis años porque la lavandería no ganaba lo suficiente para cubrir el pago del arrendamiento. En pocas palabras: no hacerle frente a la fuga lenta, que más o menos definió el progreso de nuestro negocio, creó el error final.

Error #5

Tal vez fue nuestro orgullo, nuestra arrogancia o nuestra terquedad lo que mantuvo las cosas en marcha durante 10 años. De cualquier manera, la falta de voluntad para enfrentar los hechos o aceptar la derrota condujo a una enorme pérdida de tiempo y dinero.

Hemos podido llegar a un acuerdo con el banco. Originalmente, cuando cerramos nos demandaron por el saldo total de la hipoteca. Me doy cuenta de que, en retrospectiva, cuando comenzamos a apuntalar el negocio con nuestros ingresos personales, debimos de haber cortado los hilos.

Mi conclusión final

Aceptar el fracaso no es divertido. Pero prolongar lo inevitable no facilita las cosas. He aprendido muchas lecciones valiosas de la experiencia; en particular que puedes recuperarte de un fracaso empresarial y vivir para empezar de nuevo.