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En septiembre pasado escribí un post animando a que aquellos de mis lectores que hubieran emprendido un negocio en pandemia compartieran sus aprendizajes. Al leer sus experiencias pude detectar cinco tipos de aprendizajes: -ser visible en redes sociales; -hacer trabajo voluntario; contratar un servicio de videoconferencia; -decir NO a proyectos que no son para nosotros y, finalmente, ser capaces de cambiar los planes a mitad de camino. Tras décadas de trabajo en el ámbito académico decidí dedicarme de tiempo completo a la educación financiera los últimos 15 meses. No he tenido muchos modelos, pero he logrado construir y cruzar varios puentes. Como una guerrera rumbo a las Cruzadas.
Sin embargo, puedo contar con los dedos de la mano a los colegas que salieron de su actividad habitual, continuaron dedicándose a lo mismo en forma de emprendimiento y tuvieron éxito. Inspirándome en ellos y con el ánimo de ayudar a otros aspirantes a empresarios, jóvenes y maduros, que quieran iniciar su negocio, complemento la lista inicial con otros 10 nuevos aprendizajes.
En un esfuerzo para ayudar a otros aspirantes a empresarios de la tercera edad, a continuación son 10 clases de aprendizaje adicionales:
1. Salta al ruedo
Ya casi nadie me ve como una profesora “retirada” que decidió inscribirse en todo tipo de cursos en línea, webinars, conferencias y tutorías sobre temas financieros para luego compartir sus notas en una página web. Hace poco un compañero me dijo: “¡Estás en todas partes!”.
Parte de “saltar al ruedo” consiste en tener una idea clara y convertirla en una marca personal. Mantenerte actual, visible es una llamada al éxito siempre que tus ideas sean claras, tus procesos sencillos y tu comunicación limpia, directa y muy empática. Además, si eres una persona de más de 60 años estarás contribuyendo a que uno de los colectivos con mayor potencial -el de los jubilados- sea visible. ¡Digamos NO a la discriminación por edad!
2. Identificar las etapas de tu proceso y la factura consiguiente
Mi primera idea no tenía un alcance mayor a seis meses. Hubo múltiples niveles de revisión y cada uno de ellos me tomó mucho más (o menos) tiempo de lo que yo misma imaginaba. Me di cuenta de que una parte muy importante de mi trabajo consistía exactamente en eso: en saber cómo se hacía mi trabajo y cuánto tiempo iba a llevarme.
Ahora la práctica me ha permitido establecer etapas claras para cada proyecto específico en el que me involucro. Tengo más claros los tiempos y por lo tanto, puedo afinar mis promesas comerciales y entregar a mis clientes un borrador de contenidos bastante preciso junto con mi primera factura. Es importante tener claro de qué vamos a vivir mientras realizamos nuestro trabajo.
Esta estrategia equilibra el flujo de caja y hace que la planificación de impuestos sea más fácil.
3. Entender al cliente
Tengo algunos clientes que me contratan para proyectos específicos, muchos de ellos financiados con fondos especiales o donativos. Por tanto, para mí es clave entender tanto al cliente que me contrata como los requisitos de quien les ha otorgado tal financiamiento. Saber si hay temas o acciones sensibles para ellos (temas, palabras, páginas web, perfiles, actividades). Además, aceptar el hecho de que los proyectos tardan más cuantas más entidades estén involucradas y que algunos donantes retienen el dinero hasta que se aprueban los resultados finales del proyecto.
4. Pensar dos veces antes de trabajar con entidades públicas
Actualmente soy muy cuidadosa a la hora de establecer colaboraciones con entidades de gobierno o colegios públicos. Sus “sistemas” de contratación y de pago en muchos casos son demasiado onerosos y el tiempo de recuperación de la inversión de una profesora retirada como yo, es demasiado. Eso por no hablar de los trámites y la cantidad de documentos que es necesario entregar para obtener una asignación: por ejemplo, todos los requisitos para probar mi ciudadanía estadounidense, la comprobación de que estoy autorizada para contratarme con entidades del estado, los interminables formularios en línea que hay que llenar, y la inacabable verificación del estado de mi crédito y mi situación fiscal.
Mi consejo: Haz muchas preguntas, todas las que necesites y varias veces en el proceso de trabajar con el gobierno.
5. Solicitar un “brief” escrito, es decir, una descripción por escrito de todos los detalles de un proyecto
En el otro lado del espectro están los clientes que no tienen ningún documento o ningún proceso de contratación en absoluto. En este caso, procuro proporcionarles al menos un memorandum de entendimiento (ME) que incluye una descripción completa de la entrega, los conceptos a entregar: por ejemplo, un primer borrador, una primera ronda de revisiones, un proyecto final y un sumario; una línea de tiempo del proyecto, y la cantidad que cobro por hora, así como una cotización detallada de todos los conceptos por los que estoy facturando.
6. Concéntrate en un nicho.
Mi nicho se limita a investigar, procesar y entregar información de educación financiera sobre el o los temas que mis clientes solicitan. Punto.
He dicho “no” a proyectos para llevar a cabo investigaciones académicas, proyectos de financiación y becas, así como revisiones de planes de estudios. Tampoco me veo como conferencista, de modo que he declinado la oportunidad de viajar por el país porque no estoy lista para tomar un avión y volar por ahí…
7. Marca tus límites.
Se ha escrito mucho durante el año pasado acerca de los “límites difusos” que existen cuando trabajas desde tu casa. Como empresaria donde yo era la única socia y la única empleada, me ha costado trabajo establecer unos límites. Me he impuesto la obligación de establecer rutinas y rituales que me permitan delimitar mis espacios y tiempos laborales. De otra forma, una de las dos cosas, el trabajo o la casa, invadirá la otra.
8. Haz una programación inteligente
En el proceso de darme a conocer hice un trabajo de programación de mis actividades incluso si no tenía muchos proyectos en el panorama. Intenté rellenar los tiempos entre un proyecto y otro haciendo trabajo de promoción de mi empresa, conectando con colegas e instituciones que me permitieran ligar proyectos nuevos y dedicándome a adquirir recursos y conocimientos de acuerdo a lo que veía que era importante con el paso del tiempo.
Actualmente, en cuanto termino un proyecto ad hoc, si hay un hueco con el siguiente en mi programación intento rellenar los espacios vacíos con trabajo que repercuta en conocimientos nuevos y por lo tanto, en clientes nuevos.
Tengo muchos intereses dentro de mi área y por tanto, puedo darme el lujo de invertir tiempo en cosas que genuinamente me interesan y que más tarde puedo capitalizar en forma de un acuerdo.
9. Presta mucha atención al pago de impuestos.
En el arranque la cuestión fiscal no me preocupaba mucho. Estaba más pendiente de darme a conocer y comenzar a labrarme una clientela. Pero para diciembre, las cosas comenzaron a funcionar muy bien y se me habían duplicado las expectativas de ingresos. En un momento dado me di cuenta que necesitaba buscar apoyo para, o bien contratar a alguien de fiar que se encargara de mantener al día mi relación con el fisco o bien que me enseñara la forma más sencilla y eficaz de hacerlo yo misma. Esto es una decisión personal. Lo único que puedo decirte es que quizás en el inicio, para ahorrarte costos y sobre todo para que te hagas una idea clara de qué implica el control de impuestos en tu negocio, es buena idea que lo hagas tú. Pero, en cuanto tu negocio crezca y puedas permitírtelo, te apoyes en alguien en quien confíes para llevar estas gestiones.
Lo único que por ningún motivo te recomiendo es que lo dejes para después. No importa el tamaño de tu negocio: siempre se pagan impuestos.
10. Crea sinergias
Varios de los proyectos de mis clientes llevan implícita la creación de contenidos para militares y profesionales del ejército. He encontrado que la investigación y las curvas de aprendizaje de un proyecto son útiles en el siguiente.
Del mismo modo, he creado una serie de plantillas (por ejemplo, para las facturas, memoranda de entendimiento y cuestionarios en línea) que se pueden utilizar en múltiples proyectos.
Como he escrito en mi reciente libro, Apretar un botón, todo el mundo necesita “rocas grandes” para construir su casa. Por “rocas grandes” entiendo cosas como el trabajo, el voluntariado, los cuidados, la participación en actividades de la comunidad, el crear redes de personas con valores y objetivos comunes. Esto es muy importante porque es ahí, en la forma en que te vinculas con tu comunidad que tu negocio encontrará una estructura, un sentido y un propósito. Y llegarás a eso tan preciado hoy en día que se llama Responsabilidad Social.
El espíritu empresarial es una de mis “rocas grandes”; trabajar como emprendedora me proporciona una gran satisfacción personal, y me ha abierto puertas para canalizar mi creatividad, además de una buena renta mensual. ¡Espero que lo que he aprendido te sea muy útil!