Una de las intenciones de enseñar habilidades de alfabetización financiera es reducir la brecha socioeconómica. A través de un mejor acceso a los sistemas financieros y una mejor toma de decisiones financieras, los más marginados podrían mejorar sus condiciones financieras.
No es discutible si los sistemas existentes son suficientes para producir este efecto; simplemente aún no son capaces de reducir significativamente la brecha. Se necesitarán esfuerzos específicos para lograr que la educación financiera sea inclusiva para todos.
Educación financiera e inclusión financiera
La alfabetización financiera carece de una definición común, pero puede definirse de manera amplia como el conocimiento o las habilidades necesarias para utilizar de manera eficaz los sistemas financieros. El acceso a los sistemas también es importante: las habilidades financieras provienen en parte del uso y tienden a mejorar a medida que las personas adquieren experiencia.
La inclusión financiera significa igualdad de oportunidades y acceso dentro de los sistemas financieros. Abordar la educación financiera puede mejorar la inclusión financiera, pero los sistemas también deben cambiar. Ayudar a las personas a utilizar los sistemas de forma eficaz es parte del problema, pues se requiere también que los sistemas y la tecnología estén disponibles a todos y en cualquier lugar.
Tecnología financiera
La Tecnología financiera (fintech) puede atender ambos problemas. La Fintech puede ayudar a que tanto la educación financiera en general como programas específicos estén disponibles para cualquier persona con acceso a la tecnología. También puede acercar los sistemas a los usuarios. Algunos de los grupos con mayor necesidad parecen tener la peor infraestructura financiera física.
La Fintech puede superar la necesidad de construir o reconstruir la infraestructura física. Al mismo tiempo, puede hacer que gran parte de la infraestructura física existente sea innecesaria u obsoleta. Sin embargo, en países como México, aunque la Fintech va ganando influencia y terreno, su alcance aún no llega a todos. Todavía hay segmentos de la población que no tienen acceso a sus beneficios.
Enseñar habilidades de alfabetización financiera a poblaciones marginadas
Según el Banco Mundial más de la mitad de la población activa adulta del mundo está excluida del sistema financiero. Los pobres, especialmente las mujeres, tienen más probabilidades de sufrir exclusión financiera. El costo de esta exclusión es fenomenal. Más de la mitad de la población activa mundial está excluida del sistema financiero. Eso es enorme.
Esta es una cuestión del tipo qué fue primero, si el huevo o la gallina: ¿Es que los más marginados están excluidos del sistema financiero o son los más marginados porque están excluidos del sistema financiero?
Quizás la respuesta sea una combinación de los dos. Probablemente los más marginados seguirán marginados porque están excluidos del sistema financiero.
Instituciones financieras
Muchas instituciones financieras tradicionales están adoptando programas de educación financiera. Existe una mayor conciencia del problema y un mayor número de posibles soluciones. Cursos, recursos y programas de educación financiera se ofrecen como beneficio a los clientes.
Naturalmente, una institución financiera que lleve a cabo una labor de educación financiera a sus clientes es buena y deseable. Es muy positivo abordar el problema de la educación, pero los recursos puestos al servicio de reducir la brecha de la inclusión aún son pocos.
Si tú como cliente de una institución financiera tienes acceso a programas de educación, entonces no eres uno de los excluidos.
Estos programas son significativos e importantes, pero carecen de alcance.
Las organizaciones y la sociedad en general deben alentar y ampliar los esfuerzos para llevar a todos la educación financiera. Pero, paradójicamente, la parte medular del problema continuará siendo la punta del iceberg de la desigualdad.
Las microfinanzas a menudo intentan atender las necesidades de poblaciones que tradicionalmente no están en el interés de los bancos y otras instituciones crediticias.
Las cooperativas de ahorro y crédito también pueden servir a algunas poblaciones remotas o desatendidas, ampliando el alcance más allá de lo que está en el radio de interés de las instituciones tradicionales. Las organizaciones comunitarias también pueden ayudar en áreas desatendidas por los grandes actores del ámbito financiero.
El caso es que no va a suceder por sí solo. Las organizaciones deben realizar esfuerzos específicos para ser más inclusivos.
El papel de las instituciones educativas
En México, así como en toda Latinoamérica, es necesario hacer un gran esfuerzo por promover la educación financiera desde edades tempranas e incluirla como materia obligatoria en los planes de estudio desde los niveles educativos básico. Estos esfuerzos tienen que ganar impulso y convertirse en un movimiento social en favor de la igualdad. De cualquier forma, el problema de la brecha educativa y tecnológica en los distintos estratos sigue siendo colosal. Las diferencias entre comunidades son inmensas, casi inabordables en muchos casos. Pero la dimensión del reto no debe impedir que los esfuerzos continúen. Hacen falta políticas públicas decididas en favor de este objetivo; políticas de largo plazo que trasciendan la alternancia política; y que amplios sectores privados y de la sociedad civil se sumen a esta tarea.
Las políticas públicas y la acción política no harán que quienes hoy no tienen acceso al sistema financiero accedan a una educación financiera de calidad. En este momento, la realidad no es esa.
A muchos de nosotros nos encantaría tener un sistema educativo que considerara estratégico para el desarrollo contar con educación financiera de calidad. Pero no podemos permitirnos esperar a que los gobiernos actúen para ser proactivos en lo particular.
Es importante alentar la expansión de estos esfuerzos de educación financiera en organizaciones comunitarias como la iglesia, los establecimientos penitenciarios y como un esfuerzo de los empleadores. Debemos ir a donde están las personas que lo necesitan. No las vamos a encontrar en las instituciones tradicionales. Hay que tomar la iniciativa y salir a su encuentro.
El papel de la esperanza
Una persona que se encuentra en una situación desesperada, no se ve así misma como un agente de cambio. Y si no se ve como agente de cambio, no buscará formas de llevar a cabo ese cambio que no cree que puede realizar. La esperanza es necesaria para un cambio positivo.
El trabajo de los esfuerzos de educación financiera, especialmente en las poblaciones más marginadas, a menudo se extiende más allá del conocimiento financiero estricto y se extiende al ámbito del comportamiento.
No solo necesitamos mostrarles a las personas cómo mejorar su situación financiera, también debemos mostrarles que sí pueden mejorar su situación financiera. Necesitamos infundir esperanza y hacerla crecer. Necesitamos conocimientos financieros que acompañen a las personas a lo largo del camino desde ese lugar de profunda incertidumbre hacia un sitio de esperanza y bienestar.
Necesitamos conocimientos financieros que permitan a las personas sentir que pueden, por sí mismos, transformar su vida. Necesitamos educación financiera que haga que la gente exija la inclusión.
Lo más importante es…
La expansión e incremento en la calidad de la educación financiera en los últimos 15 a 20 años es notable. Muchas personas y organizaciones están detrás de estos esfuerzos y su trabajo es impresionante. Se ha logrado mucho y no puedo más que sentir una profunda admiración y asombro.
También me asombra lo que aún queda por hacer. Se está construyendo una base fantástica. La oportunidad de seguir moviendo esa base para que tenga mayor alcance y sea más inclusiva es nuestro llamado colectivo de cara al futuro.
Las habilidades de alfabetización financiera pueden empoderar y mejorar la vida de todos. Pero para lograr eso, todos nadie puede quedarse fuera. Debemos llevar los sistemas, las instituciones financieras y los programas de educación más allá de donde actualmente llegan.
Los esfuerzos actuales son loables. Sin embargo, podemos hacer aún más. Podemos hacerlo de manera más sistémica y podemos hacerlo de manera más inclusiva.