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Encontrar tu estilo personal puede llevar mucho tiempo y ser costoso.
Al crecer, siempre vi la ropa como una forma de expresarme. Me encantaba la forma en que un atuendo podía hacerme sentir segura y arreglada, sin importar el precio. Fue este amor lo que me llevó a ver el documental de 2015 The True Cost cuando lo encontré recientemente en Netflix.
La película investiga nuestra cultura basada en el consumo y sus efectos en la Tierra a través de la contaminación y los desechos. En particular, analiza el consumo de ropa y lo que se denomina moda rápida, el estilo comercial que mueve la ropa rápidamente del productor al consumidor, trayendo nuevos estilos a las tiendas casi todas las semanas.
La película también comparte las historias de trabajadores de la confección que producen moda rápida, en contraste con aquellos que trabajan para marcas de moda de comercio justo, que se esfuerzan por combatir algunas de las deficiencias éticas que resultan de la producción de moda rápida.
Tirar la ropa (y el dinero)
La ropa se ha vuelto tan barata debido a la producción en masa que los consumidores la tiran a la basura en cantidades asombrosas. Considera el tamaño del mercado: la industria de la moda rápida, compuesta por jugadores como Shein, H&M y Zara, recaudó 35,800 millones de dólares solo en 2019, según el principal Informe de investigación de mercados.
Aunque la industria ha experimentado un declive debido a los efectos de la pandemia en el mercado, todavía hay mucha ropa. Muchas de las prendas se usan solo apenas unas pocas veces antes de tirarlas o donarlas a organizaciones benéficas.
México produce alrededor de 3,700 millones de residuos textiles al año. Eso es más de seis veces la cantidad que se procesaba en 1960, y casi el doble que en el 2000. Estas cifras reflejan un aumento en el consumo y apuntan a una disminución en el tiempo que las personas guardan una prenda.
La ropa suele ser económica, por lo que es más fácil deshacerse de ella en lugar de reutilizarla.
Estamos perdiendo el rumbo cuando se trata de respetar nuestros recursos y, a la larga, nuestro dinero.
“Prefiero las tiendas de segunda mano a las tiendas minoristas debido a lo corrupto que es nuestro mercado…”, dice Allie Vanetti, estudiante de la Universidad de Saint Joseph en Filadelfia.
“Creo que es una mejor manera de ayudar a la economía”, agrega Vanetti. “También hago donaciones a la tienda de segunda mano que frecuento; para mí es cuestión de dar y recibir. Creo que la gente tira la ropa como si nada. Se amontonan y dañan el medio ambiente”.
Rellenar los vertederos no es la única forma en que la industria de la moda afecta al medio ambiente. Lo creas o no, la industria de la moda es el segundo mayor contribuyente a la contaminación del agua con alrededor del 20%, lo que equivale a 500,000 microfibras en el océano anualmente, según lo informado por la agencia de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP).
Agrega a esto que las emisiones de carbono de la fabricación de moda son responsables del 8 al 10% de las emisiones globales de carbono, como también informa UNEP. Esto es solo un pequeño ejemplo del asombroso nivel de impacto que nuestra ropa tiene en el medio ambiente.
La contaminación tampoco termina con la producción. Cada vez que lavas una tela sintética, las microfibras ingresan a las fuentes de agua, lo que amenaza continuamente la biodiversidad, según una investigación de Francesca De Falco, Emilia Di Pace, Mariacristina Cocca y Maurizio Avella.
Con esto en mente, vale la pena considerar comprar ropa hecha de telas naturales si buscas ser consciente del medio ambiente. Aunque estas prendas pueden ser más caras que las telas sintéticas, tienen un impacto ambiental más leve.
“¡Hay tantas iniciativas y formas de abordar el tema de la sustentabilidad ambiental!”, dice Julie K. Hughes, presidenta de la Asociación de la Industria de la Moda de EE. UU. (USFIA). “Como asociación de la industria, a menudo escuchamos a nuestros miembros y analizamos los problemas que plantean y con los que están lidiando; hay un rango grande de dificultades a las que todos nos enfrentamos”.
“En el aspecto ambiental, empezar tratando de eliminar las microfibras es una buena forma de dar el primer paso”, continúa Hughes. “Podemos impulsar el uso de fibras naturales. Cada día hay más empresas que apuestan por el algodón; e iniciativas como Canopy, una organización que se dedica a la protección de los bosques, analiza el uso de la viscosa [una fibra semisintética] hecha de pulpa de árbol, y lucha por garantizar que la industria que no utilice los bosques primarios”.
“Nosotros en USFIA trabajamos en estrecha colaboración con organizaciones a nivel de fibra, a nivel de producto y a nivel de hilo. Vemos qué es sostenible, quién está usando productos reciclados para la sostenibilidad, cuáles son las prácticas para teñir y cuáles son las iniciativas de cuidado del agua”, agrega Hughes.
“Llevamos más de 20 años trabajando en la sostenibilidad de nuestro negocio, pero nuestra industria se está redefiniendo y evolucionando, y nosotros también”, según un portavoz del Grupo H&M.
“Nuestra visión es liderar el cambio hacia una moda circular y climáticamente positiva mientras somos una empresa justa e igualitaria”, dice el portavoz. “Debemos innovar no solo materiales y procesos, sino también modelos comerciales y nuevas formas para que las personas experimenten la moda y el diseño”.
Fábricas de ropa de moda rápida
Motivadas por las ganancias, las marcas de moda rápida subcontratan gran parte o toda su fabricación a países donde los costos laborales son bajos, como China, Bangladesh y Vietnam. Hay un margen de beneficio mucho mayor en esos países que en lugares donde los salarios mínimos son más altos, como Estados Unidos.
Una característica principal del documental The True Cost fueron las imágenes del derrumbe del edificio de la fábrica de prendas de vestir Bangladesh Rana Plaza en abril de 2013. Más de 1100 personas murieron y miles más se vieron afectadas por la trágica pérdida de vidas. Fue un desastre que puso en marcha muchas normas de seguridad y salarios en Bangladesh.
En 2013, se creó el Acuerdo sobre seguridad contra incendios y edificios en Bangladesh. El Acuerdo lleva a cabo inspecciones de fábrica, monitorea y facilita el progreso para mejorar la seguridad de los procesos, realiza formación permanente en temas de salud laboral y resuelve quejas sobre las condiciones generales de trabajo.
Estas regulaciones funcionan para crear un ambiente de laboral seguro y justo para que los trabajadores no tengan que temer por sus vidas cuando entren a la fábrica.
En el pasado, los riesgos para los trabajadores en las fábricas eran una preocupación constante, por lo que es importante que las marcas hagan de la seguridad una prioridad en su cadena de suministros. El mayor desafío para crear un lugar de trabajo seguro es la voluntad de la marca de pagar un poco más por la mano de obra, aumentar los salarios y/o invertir en seguridad a través de mantenimiento y trabajo de renovación de equipos en la fábrica.
El costo de invertir en trabajadores es una parte del margen de utilidad de la empresa.
Estos altos costos tienen el potencial de reducir la cantidad de puestos de trabajo disponibles. Si los empleos en las fábricas de ropa disminuyen, esto podría dificultar aún más que las personas encuentren trabajo en los países en desarrollo.
Las normas de seguridad y salarios deberían ser buenos para los trabajadores de la confección, como para cualquier otro trabajador en cualquier lugar del mundo.
“El impacto de la regulación y los salarios en las grandes cadenas de suministro, específicamente en la industria de la confección y la moda, es fenomenal”, dice Akshat Modi, director de MI Industries, una fábrica textil de tejidos en Nueva Delhi, India, que trabaja para garantizar la transparencia de la producción.
“Depende en gran medida de la capacidad de adaptación de la industria subyacente [de la materia prima]”, dice Modi. “Si pueden crear mejoras significativas en la productividad, la nueva regulación podría no crear un gran impacto negativo en las cuentas”.
“Estamos comprometidos a ser justos e igualitarios y a respetar los derechos humanos fundamentales de todas las personas en nuestra cadena de valor, en nuestras propias operaciones, en nuestras cadenas de suministro y en las comunidades donde operamos”, según un portavoz del Grupo H&M.
“Este trabajo está guiado por los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos”, agrega el vocero. “Nuestro trabajo se enfoca en tres áreas que son una base esencial para las buenas condiciones de trabajo: salud y seguridad, diálogo en el lugar de trabajo y compensación y beneficios”.
La necesidad de transparencia en la producción de ropa
Comprender si las marcas que patrocinas con tus compras tratan a sus trabajadores de manera justa requiere transparencia por parte de las empresas. Cuando una marca es transparente acerca de sus prácticas comerciales, permite a los consumidores tomar decisiones informadas sobre dónde comprar.
“La transparencia es esencial para una industria de la moda justa porque requiere que las marcas asuman la responsabilidad de toda su cadena de suministro”, dice Jessica NeJame, gerente de proyectos de The New Fashion Initiative, una organización sin fines de lucro que promueve la circularidad, la colaboración y la responsabilidad en la moda.
“También permite a los consumidores realizar un seguimiento de dónde proviene exactamente su ropa y en qué condiciones se fabrica”, agrega NeJame.
Mantenerse informado cuando elige dónde comprar es una gran parte de la batalla.
Cómo las marcas de moda lenta están cambiando el guión
Las marcas que podrían describirse a sí mismas como “moda lenta” están saliendo del modelo de moda rápida, reconsiderando cómo realizan la producción. La marca de lujo Stella Carakasi ha sido muy innovadora y disruptiva en el panorama de la moda durante más de 25 años. Intentan acabar con el desperdicio innecesario y las consecuencias ambientales y sociales que ha creado la moda rápida.
“La moda rápida ya no funciona, y es nuestra responsabilidad como diseñadores y fabricantes ser el catalizador del cambio”, dice Allan Boutrous, director de marketing de marca de Stella Carakasi.
“Nuestro trabajo va más allá de diseñar y comercializar ropa a la antigua”, agrega Bourous. “Debemos liderar con nuestros valores, despertar la conciencia, permanecer auténticos, incorporar innovación e inspirar a otros a aceptar el cambio mientras buscamos colectivamente soluciones para reinventar y seguir adelante. Debemos ser líderes de pensamiento y activistas ambientales”.
En opinión de Bourous, depende de las propias marcas liderar el camino para corregir las injusticias y crear un cambio duradero en la industria de la moda.
En un mundo en el que las empresas pueden explotar tan fácilmente sus fuentes de mano de obra, Boutrous cree que depende de las marcas construir negocios que hagan prosperar a los miembros de su cadena de suministro, respeten los recursos naturales y brinden transparencia a sus clientes.
Una forma de identificar si una empresa está utilizando prácticas de “moda lenta” es buscar ropa con certificación Fairtrade International.
Según Fairworldproject.org, esto garantiza que en cada paso de la producción, los trabajadores de la confección ganen un salario digno y se les pague más por las horas extra, se apoyen los sindicatos de trabajadores y la negociación colectiva, y se mantengan los materiales peligrosos fuera de las fábricas.
En resumen…
Pensar de manera creativa y consciente sobre cómo y dónde compramos, tomar decisiones como consumidores para aligerar el impacto de las personas en el medio ambiente, y compartir lo que sé con los demás, puede contribuir a un cambio duradero; tú puedes contribuir a ese objetivo.
No solo hay beneficios sociales y ambientales al andar con cuidado en nuestros hábitos de compra, sino que también puede haber beneficios financieros. Comprar con menos frecuencia y de forma más sostenible tiene el potencial de reducir la factura de la ropa y ayudar al planeta.